
Cierto día dos hermanos entran en la consulta de un psicólogo. Uno de ellos era alcohólico y el otro venía a acompañar a su hermano para ver si podía ayudar en algo.El psicólogo se dirige al alcohólico y le pregunta:
-Vamos a ver, ¿por qué cree usted que ha llegado a esta situación?
-Que ¿por qué? -le contesta el hombre- Muy sencillo. Mi padre era alcohólico. Yo he vivido en ese ambiente desde la infancia. Me he criado con las botellas encima de la mesa, con el olor, con la costumbre de tomar una copita. No he tenido más remedio que caer en lo mismo que él.
Entonces el psicólogo se dirige al hermano abstemio y le pregunta que por qué él no es alcohólico.
-Que ¿por qué? Desde la infancia he visto a mi padre malgastar su vida, transformar su carácter, vivir esclavizado con la bebida y borracho desde el desayuno. No puedo soportar ni siquiera el olor del alcohol porque me criado con él y desde muy joven prometí no beber ni un solo sorbo de esa porquería.
Las conclusiones sobre esta anécdota son obvias. No son las circunstancias las que nos determinan, sino nuestras elecciones personales a partir de esas circunstancias.