lunes, 1 de diciembre de 2008
LA DEPENDENCIA
Un día un chico de trece años paseaba por la playa con su madre. Hubo un momento en que la miró con insistencia y le preguntó: - Mamá, ¿qué puedo hacer para conservar a un amigo que he tenido mucha suerte de encontrar? La madre pensó unos momentos, se inclinó y recogió arena con sus dos manos. Con las dos palmas abiertas para arriba, apretó un puño con fuerza. La arena se escapó entre los dedos. Cuanto más apretaba el puño, más arena se escapaba. En cambio, la otra mano permanecía bien abierta con toda la arena recogida.. El chico observó maravillado el ejemplo de la madre entendiendo que sólo con apertura y libertad se puede mantener la amistad, y que el hecho de intentar retenerla o encerrarla significa perderla.
JAUME SOLER Y MERCÈ CONANGLA
Me pregunto qué valor tiene un beso cuando te lo dan si lo has exigido, cuánto vale una muestra de cariño cuando la has pordioseado, qué vale el tiempo que alguien te entrega cuando lo has pedido sin importarte si el otro quería dártelo. Me pregunto por qué algunos insisten en creer que todo el mundo gira alrededor de ellos, por creerse con el derecho de que los demás les entreguen lo que exigen.
¿No se dan cuenta de que la mejor forma de que alguien se vaya de nuestras vidas es exigiéndoles que se queden?
Los seres humanos necesitamos que nos dejen elegir, que nos dejen respirar y que podamos tener la libertad de acercarnos a una persona porque eso es lo que queramos hacer, no porque nos lo haya pedido. Así se forma una relación sana. La que dice: -Si quieres abandonarme, estás en tu derecho. Yo me entristeceré el tiempo que me dure tu recuerdo, pero nunca te reprocharé que te vayas, puesto que esa es tu elección.
Una relación sana es la que entiende que si alguien decide romperla, no es que el otro valga menos o no esté a la altura del que ha tomado la decisión, sino que tiene sus propias razones para hacerlo y hay que respetarlo por encima de todo, aunque nos duela.
Una relación sana no se basa en la dependencia. Está formada por dos personas libres que saben estar solas, pero que han decidido acompañarse en el camino de sus vidas, sabiendo que no pueden apegarse con uñas y dientes la una a la otra, porque corren el riesgo de asfixiarse, de anularse, de hacerse daño y de morir.
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Muy ilustrativo el ejemplo de la arena. La verdad es que es muy triste perder a alguien, pero hay que aceptarlo sin reproches, por mucho que duela.
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