martes, 19 de agosto de 2008

GALERÍA DE RECUERDOS


A veces los muertos reaparecen. Esos muertos a los que aún les late el corazón y pueden pasear por las calles. Son muertos que algunas veces te encuentras otra vez por casualidad o de los que oyes hablar fortuitamente. Y entonces te percatas de que no están tan muertos como tú creías.
Dice el psicólogo Nardone que cuando una persona desaparece de tu vida, hay que pasar el luto como si se hubiese muerto de verdad, porque en realidad la persona que conocimos ya no es la misma que ahora vive y que por lo tanto esa que recordamos ya no existe.
Por eso, cuando algún muerto reaparece, se siente el pellizco del luto y pensamos que si será verdad que ya no queda nada de la persona que conocimos alguna vez. Por mucho que piense, es completamente absurdo intentar responder a esta pregunta y más absolutamente inútil saber la respuesta.

Lo más sabio, según Nardone, es fabricar una galería mental de recuerdos, los mejores, y recurrir a ellos cuando sintamos ese agridulce aroma que la melancolía deja a su paso cuando un ser humano al que quisimos, desaparece.

lunes, 18 de agosto de 2008

MODA


Me pregunto cómo se le podría explicar a uno de esos hambrientos del tercer mundo -que si tienen suerte comen una vez al día-, el significado de la palabra "moda".¿Qué se le dice? ¿Que unos señores que comen cinco veces al día si lo desean y tiran sus sobras a la basura, inventan cada año un modelito de ropa distinto, combinaciones de collares, zapatos, bolsos y demás complementos, usando para su elaboración las materias primas y finitas que tiene la naturaleza?

Cada año, casi todo el mundo occidental gasta en ropa, complementos y cremas varias -para llenar sus armarios, necesidades y frustraciones-, parte de un sueldo que debe ser lo suficientemente alto como para ir vestido como todo el mundo cada temporada, para no salirse del esquema, demostrar lo bien que se conservan o que se burlan del tiempo o lo delgados y morenos que están, porque esto los hará felices si lo consiguen, y si no, con una buena dosis de antidepresivos o ansiolíticos bastará.

¿Cómo se le explica a un hambriento la palabra moda? Sin que se eche a llorar, sin que se le quede una cara de tonto a quien se lo explica, por pertenecer al mundo que se sustenta con ese absurdo sistema...


Veo a gente preocupada por las arrugas, por no tener barriga o por no poder comprar veinte pares de zapatos que hagan juego con sus veinte bolsos, y me dan la impresión de estar prisioneros de la esclavitud de la moda, que es la mano derecha del consumismo.

Sobrevivo con cierta vergüenza y pena -aunque más libre- en este mundo occidental sin seguir las modas, porque las minorías que no siguen las tendencias no molestan demasiado, pero a veces me siento como el hambriento al que el concepto de moda se le antoja una ficción, un monstruo imaginario que en realidad no puede existir.


Lástima saber la verdad.

domingo, 17 de agosto de 2008

ESCRIBIR


Creo que este blog no lo lee nadie que yo conozca. Puede que algún que otro desconocido llegue por casualidad a la página y la lea, quizá. Pero no es realmente lo que más importa. Escribir debe bastar para satisfacer al que lo hace y el desahogo que experimenta es más que suficiente y placentero.
Escribir ayuda a mirar. Quien tiene la costumbre, observa con atención el mundo para retratarlo con palabras, y se mira más a sí mismo para intentar conocerse un poco más. Escribir es reinventar, revivir y recapacitar. Se vive dos veces cuando se escribe, se es un poco más libre y más amigo de sí mismo, se desamarran nudos, se piensa más lentamente, se sitúa uno fuera de los problemas, se distancian los laberintos y desde arriba es mucho más fácil conocer la salida.

Escribir es un oráculo, una brújula, un salvavidas y un verdadero placer.


Compartirlo sería estupendo, pero no es esa la razón poderosa que me invita a escribir.

domingo, 10 de agosto de 2008

LA PISCIFACTORÍA


Entré en una piscifactoría con la intención de comprar una trucha. Allí vi que en unas siete u ocho albercas vivían, organizados por tamaño, los peces, que por la cantidad y por la falta de espacio, no podían apenas nadar. Como una granja industrial de gallinas ponedoras, las pobres truchas luchaban por moverse dándose aletazos las unas contra las otras. Pero lo peor no fue esto. En los muros que separaban las albercas se veían algunos ejemplares de peces muertos, que queriendo escapar de esa vida sin espacio habían decidido saltar al otro lado del muro, sin saber que lo que les esperaba era un tanto de lo mismo.
No compré ni un pescado.


Mi homenaje para todos aquellos seres que deciden buscar un nuevo destino.

A pesar del riesgo o la quimera.

EN LA CIUDAD


De nuevo en la ciudad.
Llevo conmigo aún la imagen de las montañas en las pupilas, el aliento de la higuera, el sabor de las primeras moras, los huevos de campo, los tomates de huerta, las rosquillas caseras, la morcilla artesana, el queso de El Bosque, el olor del aire nuevo, los pulmones inflados, los tobillos más fuertes. Estoy ahora llena de todos los regalos que he recibido de las vacaciones. Espero que se vayan gastando muy lentamente. Al menos que me duren hasta que vuelva de nuevo a algún paraíso de estos que todos tenemos un poco más allá de nuestras ciudades con humo.

jueves, 7 de agosto de 2008

DOS HORAS



El otro día mi hija estuvo media hora preguntándome que cuánto faltaba para que fuéramos a un lugar al que ella deseaba ir con todas sus ganas.
-Dos horas- le dije.
-Pues yo quiero que pasen esas dos horas ¡ya!- me contestó.
Entonces le expliqué que si estaba pensando continuamente en ese momento, se iba a perder esas dos horas valiosas del día en las que podía hacer algo interesante y que la vida había que aprovecharla porque se acababa.
-Pero mamá, si la vida es muy larga- me contestó.
Entonces tuve dos opciones: una, no sacarla de su autoengaño y decirle que era verdad y otra, devolverla al mundo real y explicarle lo que todos deberíamos tener en cuenta siempre: que nunca sabemos cuándo vamos a morir porque la vida es imprevisible, y que sí, hay que aprovecharla y disfrutarla al máximo.
Aunque por unos instantes dudé, decidí al fin seguir con mi compromiso de vivir lo más plenamente posible y optar por la segunda opción.

No hubo dramas. Ni siquiera un ápice de decepción o extrañeza en su rostro. Los niños son sabios y aceptan las cosas tal y como son, si ven coherencia en ellas. Y además, es mejor que vayan sabiendo cuanto antes cómo funciona este mundo y que aprendan a absorberlo todo mientras puedan.
-Bueno, mami, voy a seguir jugando, pero avísame cuando pasen esas dos horas, ¿vale?