domingo, 10 de agosto de 2008

LA PISCIFACTORÍA


Entré en una piscifactoría con la intención de comprar una trucha. Allí vi que en unas siete u ocho albercas vivían, organizados por tamaño, los peces, que por la cantidad y por la falta de espacio, no podían apenas nadar. Como una granja industrial de gallinas ponedoras, las pobres truchas luchaban por moverse dándose aletazos las unas contra las otras. Pero lo peor no fue esto. En los muros que separaban las albercas se veían algunos ejemplares de peces muertos, que queriendo escapar de esa vida sin espacio habían decidido saltar al otro lado del muro, sin saber que lo que les esperaba era un tanto de lo mismo.
No compré ni un pescado.


Mi homenaje para todos aquellos seres que deciden buscar un nuevo destino.

A pesar del riesgo o la quimera.

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