miércoles, 31 de marzo de 2010



Después de escaparme unos días al campo, refugiada en una cabañita de madera y sin ninguna conexión con el exterior, me doy cuenta de que me siento engañada con eso de las estaciones del año. Los ciudades advierten de pasada los movimientos de la naturaleza y, casi sin enterarnos, los habitantes del asfalto pasamos la vida sin sentir los ritmos cíclicos del planeta. Y lo que es peor, vivimos ajenos a su influjo.


Es verdad que ahora en mi ciudad el aire huele a azahar y que se está mejor que antes, sentado en cualquier parque o tomando algo en cualquier terracita al aire libre. Pero la primavera de verdad está a años luz de todo esto. Hay que irse al campo aunque sea un ratito, para percibir el resurgimiento de la tierra, el verde brotando a gritos o la llama que hierve dentro de lo que nace.


Si vamos al campo en esta estación, quizás se nos pegue algo de ella. Y a lo mejor, si lo necesitamos, nos da por nacer de nuevo, por dentro y por fuera, como todos esos árboles que ahora mismo están estrenando catárticamente sus hojas. Quién sabe.

sábado, 27 de marzo de 2010



Desenrédate los nudos, desténsate. Ríete de ello. Seguramente nada en el mundo tiene demasiada importancia.

martes, 23 de marzo de 2010




Jasmine camina por el mundo con una costumbre propia. Ella va por la calle, y cuando el azar quiere que se le caiga algún objeto o alguna moneda al suelo, no los recoge.

-Es que me gusta regalar esa pequeña alegría al que se lo encuentre -dice.

Jasmine sigue sus caminos desprendiéndose un poco, donando anónimamente sus pequeñas cosas. Convendría seguirla, por muchas razones.


lunes, 15 de marzo de 2010

AMERICAN BEAUTY


Ricky, el vecino de los protagonistas de la película American beauty (1999), -la cual recomiendo-, es calificado por todos los personajes como el más raro del barrio. Pero el más raro del barrio tiene la afición de ir grabando con su cámara la belleza que encuentra por el mundo. Un día lo más bonito que encontró, según él, fue una bolsa de plástico "bailando" en las calles mientras la mecía el viento. Él veía en este acontecimiento todo un espectáculo.

Quizás algunas veces merece la pena escuchar a los que nos parecen raros.


jueves, 11 de marzo de 2010



Ayer, con una ilusión que no esperaba, pensándomelo muchas veces y organizándolo todo a última hora, me decidí a ver por primera y seguramente última vez, a uno de mis escritores favoritos, que sorprendentemente venía a dar una conferencia en mi ciudad. Se trataba de Eduardo Galeano, cuya palabra ha poblado muchas veces este blog, así que con uno de sus libros bajo el brazo para que me lo firmara, me encaminé a escucharlo.

Pero no fue así. Cuando llegué a la conferencia, las puertas estaban más que cerradas. Hacía tiempo que la sala se había llenado y Eduardo Galeano, como el agua cuando hierve, se me evaporó.


En ese momento pensé en las ilusiones. En todo lo que les ponemos a las ilusiones, aunque sean menuditas. Y en todo lo que se derrumba cuando se esfuman. Por eso pensé que conviene tener una colección de ellas, porque la vida tiene estas cosas, no podemos conseguir siempre el trozo de alegría que esperábamos disfrutar.


Abrí el libro que llevaba por donde el azar quiso y leí lo que me encontré, que en Río de Janeiro hay una frase escrita en un muro que dice: Quien tiene miedo de vivir, no nace. Si esto es así, todos los que estamos en este mundo somos más valientes de lo que pensamos. Y tiene que ser verdad. Porque para tener ilusiones, también hay que ser valiente, muy valiente.


martes, 9 de marzo de 2010



"No hay profundidad, la vida es esto. La vida es una máquina engrasada, el rodar silencioso de los días, el sol como una rueda que va lenta, las mañanas con diarios y muchachas, las tardes con otoños en racimo, las noches como un río que se desborda, pacífico y lustral, de cauce hondo(...).


Los sacerdotes verdes y los sabios, Kant y San Agustín, toda esa gente, quieren que nos sintamos importantes, nos pasean por el cielo y por la tierra, nos abruman de dioses y pecados, nació la transcendencia en una iglesia como útil derivado del poema. (Toda religión no es sino poesía aplicada, truco, trampa). Y el filósofo ateo y la mujer doliente quieren que nos sintamos infinitos, el cielo tan sencillo de esta tarde, con hojas de moneda y luz de enfermo, nos lo quieren cambiar por otro cielo retórico de arpas y profetas.


No hay profundidad, la vida es esto(...) Somos la superficie de un planeta que rueda cotidiano, algo vulgar, somos anticipado cementerio(...) Gente de superficie, buena gente, patata y pimentón es mi merienda, patata y pimentón mi eternidad".


Paco Umbral.
Un ser de lejanías


No sé si hay dioses que nos miran, la verdad, no sé lo que es la vida, si hay profundidad en todo esto, o somos la simpleza de algo condenado a la nada. Pero me gusta la idea de que en la patata y el pimentón está nuestra eternidad.

Ya sé lo que voy a almorzar hoy.


martes, 2 de marzo de 2010



EL LOCO

En los jardines de un hospicio conocí a un joven de rostro pálido y hermoso, allí internado.
Y sentándome junto a él en el banco le pregunté:

-¿Por qué estás aquí?

Me miró asombrado y respondió:


-No es una pregunta adecuada, sin embargo, la contestaré. Mi padre quiso convertirme en una copia de sí mismo; también mi tío. Mi madre deseaba que fuera la imagen de su ilustre padre. Mi hermana me mostraba a su esposo navegante como el ejemplo perfecto a seguir. Mi hermano pensaba que debía ser como él, un excelente atleta. Y mis profesores, como el doctor de filosofía, el de música y el de lógica, ellos también fueron terminantes, y cada uno quiso que fuera el reflejo de sus propios rostros en un espejo. Por eso vine a este lugar. Lo encontré más sano. Al menos puedo ser yo mismo.


Enseguida se volvió hacia mí y dijo:


-Pero dime, ¿te condujeron a este lugar la educación y el buen consejo?

-No, soy un visitante -respondí.

-Oh -añadió él-, tú eres uno de los que vive en el hospicio del otro lado del muro.

KHALIL GIBRAN

Creo de verdad que todos, los de dentro y fuera del hospicio, estamos locos. Pero a veces se me olvida y pienso que la sociedad misma me condena a la normalidad, que no es sino otra forma de locura elegida. Entonces me gusta encontrarme por el mundo a algún loco que se me parece, y me doy cuenta de que sigo siendo la misma loca de siempre, porque al mirarlo me reconozco en sus ojos.