Para deshacer tus muros, sobre todo ese que has construido alrededor de tu pecho, para derribar la montaña de miedos que tienes en los oídos, para que tú mismo inventes el elixir que avive tu llama, para que abras los ojos a la magia cuando ella aparece, para que te atrevas a dar al menos un pequeño paso en un suelo inseguro, para que sepas que siempre te quedarán lágrimas para aliviar los errores que cometas y para que recuerdes que a estas alturas se puede sobrevivir a cualquier cosa, quisiera entrar en ese pecho tuyo y ayudarte a deshacer el muro, subir a la montaña de miedos para susurrarte un nuevo mensaje, darte a probar yo misma tu elixir en los labios e invocar a esa magia que si quieres seguirla, te haría vivir una incierta, aunque profunda aventura.
lunes, 30 de noviembre de 2009
Para deshacer tus muros, sobre todo ese que has construido alrededor de tu pecho, para derribar la montaña de miedos que tienes en los oídos, para que tú mismo inventes el elixir que avive tu llama, para que abras los ojos a la magia cuando ella aparece, para que te atrevas a dar al menos un pequeño paso en un suelo inseguro, para que sepas que siempre te quedarán lágrimas para aliviar los errores que cometas y para que recuerdes que a estas alturas se puede sobrevivir a cualquier cosa, quisiera entrar en ese pecho tuyo y ayudarte a deshacer el muro, subir a la montaña de miedos para susurrarte un nuevo mensaje, darte a probar yo misma tu elixir en los labios e invocar a esa magia que si quieres seguirla, te haría vivir una incierta, aunque profunda aventura.
jueves, 26 de noviembre de 2009
LA LLUVIA
La atmósfera borracha de gris escupe la saliva de los siglos. Me siento como una ostra sumergida en el fondo de un mar que invento. Para no morir me escapo de la concha, olvido los paraguas y corro hacia la calle.
La lluvia es como el miedo que ahora siento: quiero salir a beberla, saciar mi sed con sus nubes.
sábado, 21 de noviembre de 2009
Quizás alguna arruga más, pero bastantes más risas, imágenes, lazos, besos de niños, unos cuantos de kilos de miel tragados, desastres y aciertos, pérdidas y hallazgos, algunas puertas por abrir y algún esquema por destrozar, engordan el saco de mi existencia hoy. Cumplo un año más y me parece ser como la trapecista que salta y que ha llegado de nuevo al otro lado del circo. Cumplir años es una proeza, así que soy una heroína.
Me siento una niña cuando me miro al espejo -aunque sé que algún chinchoso dirá lo contrario-. Y es que la crema antiarrugas mejor que existe en el mercado es enamorarse y celebrar la vida.
(Probad ambas fórmulas).
jueves, 19 de noviembre de 2009
lunes, 16 de noviembre de 2009
lunes, 9 de noviembre de 2009
Érase una vez un joven príncipe que creía en todo, salvo en tres cosas. No creía en las princesas, no creía en las islas y no creía en Dios. Su padre, el rey, le había dicho que esas cosas no existían. Como no había ni princesas, ni islas en los dominios de su padre y ningún signo de Dios, el príncipe creía en su padre.
Pero un día el príncipe se escapó de su palacio y llegó a otras tierras. Ahí, ante su asombro, vio islas desde la costa, y en estas islas vio a unas extrañas criaturas que no se atrevió a nombrar. Mientras buscaba un bote, se le aproximó un hombre elegantemente vestido.
-¿Esas son islas verdaderas? -preguntó el joven príncipe.
-Por supuesto que son islas verdaderas -dijo el hombre elegante.
-¿Y esas extrañas criaturas?
-Son princesas auténticas y genuinas.
-Entonces, ¡Dios también debe existir! -exclamó el príncipe.
-Yo soy Dios -respondió el hombre elegante haciendo una reverencia.
El joven príncipe regresó a casa lo más rápidamente que pudo.
-Veo que has regresado -dijo su padre, el rey.
-He visto islas, he visto princesas y he visto a Dios -dijo el príncipe en tono de reproche.
El rey permaneció inmutable y dijo:
-No existen islas verdaderas, ni princesas verdaderas, ni Dios verdadero.
-¡Yo los vi!
-Dime cómo estaba vestido Dios.
-Dios estaba elegantemente vestido.
-¿Tenía las mangas de su chaqueta enrolladas?
El príncipe recordó que efectivamente el hombre llevaba las mangas de su chaqueta enrolladas. El rey sonrió.
-Ese es el uniforme de un mago. Has sido engañado.
Ante esto, el príncipe regresó a esas tierras, y fue a la misma playa, donde nuevamente se encontró con el hombre.
-Mi padre, el rey, me ha dicho quién eres tú -dijo el príncipe indignado-. La última vez me engañaste, pero no lo harás nuevamente. Ahora sé que ésas no son islas verdaderas, ni princesas verdaderas porque tú eres un mago.
El hombre de la playa sonrió.
-Eres tú quien está engañado, muchacho. En el reino de tu padre hay muchas islas y muchas princesas. Pero tú estás bajo el hechizo de tu padre y no puedes verlas.
Pensativamente, el joven regresó a casa. Al ver a su padre lo miró a los ojos.
-Padre, ¿es cierto que tú no eres un verdadero rey, sino sólo un mago?
-Sí, hijo mío, soy sólo un mago.
-Entonces el hombre de la playa es Dios.
-El hombre de la playa es otro mago.
-Debo saber la verdad, la verdad más allá de la magia.
-No hay verdad más allá de la magia -respondió el rey.
Al príncipe lo invadió una gran tristeza. Dijo:
-Entonces me mataré.
El rey, mediante la magia, hizo aparecer a la muerte. La muerte se detuvo en la puerta, llamando al príncipe. Éste se estremeció. Recordó las bellas, pero irreales islas y las irreales, pero bellas princesas.
-Muy bien -dijo-, me arriesgaré a soportarlo.
-¿Ves, hijo mío? -dijo el rey-. Ahora también tú te has convertido en un mago.
John Fowles.
lunes, 2 de noviembre de 2009
SILUETA
Dibuja tu cuerpo completo y escribe:
-En la frente, tres ideas que defenderías.
-En las orejas, los sonidos que siempre conservarás en tu memoria.
-En los ojos, las imágenes y escenas que te hayan marcado.
-En la nariz, los olores que más recuerdos te traen.
-En la boca, los sabores que representan momentos especiales.
-En el corazón, lo que más amas.
-En la boca del estómago, tus dos temores más arraigados.
-En tus manos, tres acciones importantes que has realizado.
-En los pies, los nombres de dos lugares por los cuales has caminado.
Felipe Montes. Taller de escritura.