Aunque sea triste, helada, agria, mustia y oscura, la decepción sirve, es práctica. Sirve para saber quién es quién y cómo, con qué mano no podemos contar, con qué calor. Sirve para recoger nuestras cosas y marchar rumbo hacia otro lado.
Decepcionarse sirve, es práctico. A pesar de todo.
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