Algunas veces juego a imaginar que he sido ciega durante mucho tiempo y que de repente recobro la vista. Ese día veo el mundo con mis ojos recién naciditos, la rutina se me rompe, me bebo los colores, bailo con las formas, me entrego a la luz. Entonces pienso cómo vivimos todos los días con estos tesoros y cómo nuestra costumbre de ver nos nubla su valor.
Probadlo. No es magia, pero casi.
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