Hay personas que son de una fragilidad sorprendente, como esta estatua de Giacometti. Personas a las que habría que tratar con la delicadeza de un alfarero.
Son personas que vibran cuando el aire las roza, que alargan sus pétalos cuando el sol amanece, que cantan poemas con los ojos cuando algún sentimiento las penetra.
Si pudiera decirles que son un regalo para este mundo duro por la fiebre de la coraza. Si pudiera convencerles de que son como esta estatua, que nunca se para, que siempre está en pie y que andar desnudo sirve... Sirve cuando se ha aprendido a convivir con los golpes del viento. Sirve para sentir intensamente la brisa deliciosa de este mundo también frágil.
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