domingo, 29 de junio de 2008
GIORGIO NARDONE
Mientras los extranjeros hacían fotos de los termómetros de Sevilla, y las caras de los traseúntes parecían que iban a derretirse de un momento a otro, yo misma paseaba por esas calles horneadas desde Triana al centro. Más muerta que viva, llegué a donde me dirigía, o al menos la parte de mí que aún no se había evaporado, y me dispuse a escuchar al hombre que más había leído y admirado en los últimos años, pensando si de verdad merecía la pena el infierno por el que tuve que caminar a las cuatro de la tarde en ese horno de personas que es Sevilla.
Cuando llegué, un señor -Giorgio Nardone-, que vestía camisa rosa y pantalones turquesa y que alegraba la vista nada más verle, se sentó enfrente de nosotros y comenzó a hablar sobre las falacias de la depresión, esa enfermedad de moda que nos hacen temer las industrias farmacéuticas por toda la propaganda que de ella difunden. En seguida comenzó a hacernos reír, como ya saben los que han leído alguno de sus libros, con esa ironía que lo caracteriza y que desde luego lo salva de la presión a la que seguramente está sometido después de ver a 20 pacientes diarios.
No he gozado tanto en un curso como en este. Fue escuchar a un sabio. No podría resumir todo el contenido de sus teorías en una sola entrada de este blog, ni lo que transmitió con su presencia, pero desde luego, con él creo aún más en la idea de que todo son construcciones mentales que nos creamos o que dejamos que nos creen y que la mayoría de esas supuestas enfermedades mentales que se inventan para clasificar personas, no son más que los errores de unas soluciones que fracasan y que por lo tanto basta con buscar otras nuevas. De allí salí convencida de que podemos ser los reyes de nuestra mente y de que el bastón para caminar en tiempos difíciles no está en el contenido de una pastilla, sino dentro de nosotros mismos.
Gracias, Nardone, por venir a Sevilla, por habernos permitido escucharte y por dedicarte a abrir ojos varias veces al día durante ya más de treinta años.
Si repites el año próximo, allí estaré.
lunes, 16 de junio de 2008
CREO EN LOS ADOLESCENTES
Como el médico novato que llora cuando se muere su primer paciente, así me siento yo cuando se acerca el final de un curso.
He conocido a unos adolescentes que me han hablado de sí mismos todos los días, que me han echo reír, que me han contagiado su energía y a los que no veo, por mucho que se empeñen algunos profesores pesimistas, desmotivados con todo. Y es que yo me acuerdo cuando era como ellos y si me recuerdo bien, no era muy distinta.
Por eso apuesto por los adolescentes. Porque me recuerdan a mí cuando tenía quince años, porque han hecho un cuadernillo de poemas, porque no han cambiado tanto como dicen, porque se les ilumina la cara cuando les digo que hagan una entrevista a un superhéroe, porque han escrito cuentos de cien palabras, porque saben pensar si los dejamos, porque disfrutan creando si les damos la oportunidad, porque su "enfermedad" es pasajera, y son ellos quienes más la sufren o la gozan, porque pasan el día riendo y jugando aunque ya no son tan niños, porque creen que tienen en sus manos el mundo, porque sus pozos son más profundos, porque sus alegrías más intensas, porque los que dan la nota, son minoría y porque si no creemos en ellos, no creemos en nada.
No sé si algún día me haré tan dura como el médico que ya no llora si se le muere un paciente, pero ahora, siento no poder volver a verlos, y desde aquí, aunque no me lean, les deseo lo mejor.
jueves, 5 de junio de 2008
ALTERNATIVAS
Hace ya algunos años, mi cuñado enfermó de leucemia. A causa de las llagas que padeció en la boca por el tratamiento, casi no podía comer nada. Recuerdo entonces -y esto me sorprendía en aquel momento- las horas que se llevaba viendo en la televisión programas de cocina, donde al más inapetente ser humano le entraban unas ganas terribles de comer. Lo que para algunos podría ser una auténtica tortura, para él suponía extraordinariamente un verdadero alivio. Recrearse en la visión de la comida le reconfortaba.
Pienso en esto y me viene a la memoria cuando yo, aficionada a viajar, vi frustrada esta afición con el nacimiento de mis hijos. Entonces me dio por devorar libros de viajeros intrépidos, me compraba revistas de islas perdidas y hasta entraba con los niños en las agencias de viaje para recrearme en las imágenes y pedir folletos.
Por más que lo pienso, no veo masoquismo en estos ejemplos. El buscar una alternativa a las frustraciones, conformarse con una pizca de azúcar cuando no se puede comer un pastel, recordar lo que un día tuvimos o saber esperar con ilusión lo que puede estar por llegar, no es solo sano, sino que es la comprobación de que a veces es mejor recrear que realizar. Pruébenlo en los tiempos grises.
Pienso en esto y me viene a la memoria cuando yo, aficionada a viajar, vi frustrada esta afición con el nacimiento de mis hijos. Entonces me dio por devorar libros de viajeros intrépidos, me compraba revistas de islas perdidas y hasta entraba con los niños en las agencias de viaje para recrearme en las imágenes y pedir folletos.
Por más que lo pienso, no veo masoquismo en estos ejemplos. El buscar una alternativa a las frustraciones, conformarse con una pizca de azúcar cuando no se puede comer un pastel, recordar lo que un día tuvimos o saber esperar con ilusión lo que puede estar por llegar, no es solo sano, sino que es la comprobación de que a veces es mejor recrear que realizar. Pruébenlo en los tiempos grises.
domingo, 1 de junio de 2008
RE
Suscribirse a:
Entradas (Atom)