jueves, 5 de junio de 2008

ALTERNATIVAS


Hace ya algunos años, mi cuñado enfermó de leucemia. A causa de las llagas que padeció en la boca por el tratamiento, casi no podía comer nada. Recuerdo entonces -y esto me sorprendía en aquel momento- las horas que se llevaba viendo en la televisión programas de cocina, donde al más inapetente ser humano le entraban unas ganas terribles de comer. Lo que para algunos podría ser una auténtica tortura, para él suponía extraordinariamente un verdadero alivio. Recrearse en la visión de la comida le reconfortaba.

Pienso en esto y me viene a la memoria cuando yo, aficionada a viajar, vi frustrada esta afición con el nacimiento de mis hijos. Entonces me dio por devorar libros de viajeros intrépidos, me compraba revistas de islas perdidas y hasta entraba con los niños en las agencias de viaje para recrearme en las imágenes y pedir folletos.

Por más que lo pienso, no veo masoquismo en estos ejemplos. El buscar una alternativa a las frustraciones, conformarse con una pizca de azúcar cuando no se puede comer un pastel, recordar lo que un día tuvimos o saber esperar con ilusión lo que puede estar por llegar, no es solo sano, sino que es la comprobación de que a veces es mejor recrear que realizar.
Pruébenlo en los tiempos grises.

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