miércoles, 7 de mayo de 2008

ALEGRÍA


Alegría

Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.

Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.

Era alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
(Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía.)

Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.

Y mientras se ilumina mi cabeza,
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.

JOSÉ HIERRO

Este poema encierra una verdad sobre la naturaleza humana. Sobre todo lo miopes que somos los seres humanos. Y es que hasta que no nos damos con las narices en un muro, no nos damos cuenta de la facilidad con la que antes caminábamos; hasta que no enfermamos, no nos damos cuenta de lo bien que se está sano; hasta que no perdemos algo, no nos damos cuenta de cuánto lo apreciábamos, hasta que no estamos ante la muerte, no nos damos cuenta del valor de la vida...

Nos educan para resolver problemas matemáticos, escribir sin faltas de ortografía, atarnos los zapatos, comer con tenedor, o a saber decir gracias, por favor y perdone usted, pero cuando éramos pequeños, nadie nos levantaba diciendo: -¡Venga, que es un nuevo día, un nuevo regalo para disfrutar y aprender! Nadie nos enseñaba la maravilla de una hoja caída, o a beber agua de lluvia, o la magia de un simple ojo que puede ver el mundo de colores. Por eso crecimos en la miopía de lo extraordinario por tenerlo todos los días, por creer que es para siempre. Así, como ya lo tenemos todo, lo suyo es buscar y perseguir nuevas metas que nos satisfagan, y así está el mundo, repleto de gente que se queja porque no puede comprar un coche nuevo o no puede usar la talla 38 de pantalón, sin darse cuenta de que lo más valioso ya lo tiene.

Llegar por el dolor a la alegría es muy válido, es un camino como otro cualquiera para descubrirla, quizás el más utilizado por todos. Pero me niego a creer que sea el único. Me apunto a intentar educar a mis hijos desde la magia de lo ordinario, para que no tengan que arrepentirse de no haber aprovechado lo que la vida les regala diariamente, para que cuando les vengan los momentos de dolor, ya hayan recorrido al menos parte del camino de la alegría, que los espera hasta que pase la tormenta. Esa alegría que se nutre de lo que ya poseemos y que se encuentra entonces al alcance de todos.



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