Somos terriblemente vulgares e insignificantes y sorprendentemente únicos y extraordinarios. Pero casi siempre escogemos una de estas dos opciones para construir la imagen de nosotros mismos. ¿No es más sano creer que somos ambas cosas a la vez y a partes iguales?
A fe que sí, aunque yo haya dado habida cuenta de ello hace poco.
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