jueves, 31 de diciembre de 2009
365 DÍAS
Me molesta enormemente que alguien diga "odio los domingos", "no soporto los lunes", "estoy deseando que llegue el fin de semana", "cuento los días para las vacaciones" o " cuando me jubile haré esto y aquello" ... Me da la impresión de que están desperdiciando el tiempo que les toca vivir en su momento, que se pierden un trozo de vida, que posponen la felicidad o el bienestar para un futuro que quizás no es ni como lo imaginan.
Quiero saborear despacito mis 365 días en este año que empieza, con todos sus ingredientes, con sus maravillas y sus decepciones, con sus aciertos y sus fracasos, con sus obligaciones y sus pequeños placeres, con sus dificultades y sus nuevas ilusiones y, muy especialmente, con los cambios que haya en mi vida, con todo lo que se acaba y todo lo que comienza, para que el tiempo no pase tan deprisa.
De momento, me dispongo a vivir el día de hoy.
(Os deseo a todos unos lentos y de verdad vividos 365 días en este nuevo año).
lunes, 21 de diciembre de 2009
sábado, 12 de diciembre de 2009
(Inclusion of other in the self Scale, A. Aron, 1992)
Siempre he defendido que el amor de verdad está basado en el conocimiento y en la aceptación de la otra persona, a la que vemos como un ser en su totalidad y así lo queremos tal y como es. Lo sigo defendiendo, pero con los años he aprendido que este no es el único ingrediente para que una pareja funcione. Ayer, leyendo un libro de psicología social, leí algo que añadiría un ingrediente más, bastante importante, para que dos personas vivan una relación plena, satisfactoria y duradera, y éste es el llamado Grado de inclusión del otro en el yo, propuesto por un psicólogo llamado A. Aron. Esta teoría explica que dependiendo del grado de inclusión que tengamos de la otra persona en nuestro yo, la relación nos producirá más o menos bienestar. Está claro que podemos querer a una persona, aceptar sus defectos -si es que éstos son aceptables y no atentan contra el respeto-, comprenderla y hasta justificarla, pero que si no se ha inmiscuido dentro de nosotros, si no sentimos su presencia en nuestro interior, si es ajena a una parte importante de las cosas que amamos, cada vez la sentiremos más lejana y por mucho que la queramos, la veremos casi como a un extraño.
Por eso cuando dos personas favorecen el conocimiento mutuo, están permitiendo la entrada del yo en el otro, y al contrario, cuando alguno de ellos se niega a expresar sus sentimientos, deseos o miedos, está cerrando la puerta a que se la conozca. De esta forma, cuando damos calor a alguien que responde con frialdad, cuando queremos compartir con alguien cómo vemos el mundo, pero poco parece interesarle, cuando alguno evita hablar del tú o del yo, cuando escribimos versos que no necesitan ser leídos por el otro o cuando parece que a pesar de compartir el mismo techo se vive a años luz de distancia, la inclusión de ese ser en nuestro yo va empequeñeciéndose, menguando lentamente, y entonces, triste y dolorosamente, iremos poco a poco dejando de amarle.
sábado, 5 de diciembre de 2009
"Les contaré un secreto. No leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos (...) Citando a Whitman:
Oh mi yo, oh vida de sus preguntas
que vuelven del desfile interminable de los desleales,
de las ciudades llenas de necios
¿qué hay de bueno en estas cosas?
Respuesta: Que tú estás aquí,
que existe la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama
y que tú puedes contribuir con un verso...
¡que prosigue el poderoso drama
y que tú puedes contribuir con un verso!"
(DIÁLOGO DE LA PELÍCULA EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS)
Después el profesor Keating preguntó:
-¿Cuál es tu verso?
Ahora yo te lo pregunto a ti.
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