viernes, 14 de agosto de 2009


Cara a cara con el peligro

El discípulo dijo al maestro:

–He pasado gran parte de mi día viendo cosas que no debía ver, deseando cosas que no debía desear, haciendo planes que no debía hacer.

El maestro invitó al discípulo a dar un paseo. Por el camino señaló una planta y preguntó al discípulo si sabía lo que era.


–Belladona. Puede matar a quien coma sus hojas.


–Pero también es verdad que no puede matar a quien se limita simplemente a contemplarla. De la misma manera, los deseos negativos no pueden causar ningún mal si tú no te dejas seducir por ellos.


Paolo Coelho

Conocí una vez a una mujer que tenía miedo de un pensamiento que se le había instalado en la cabeza, hasta casi transtornarla: Tenía pánico a la posibilidad de matar a alguien. No a alguien en concreto, sino a cualquier persona que se le cruzara por la calle. Lo que de verdad le atormentaba era su propio pensamiento, porque en realidad ella era incapaz de matar ni a una sola mosca.

Sin llegar al extremo de este ejemplo, a veces tenemos miedo a ese mundo invisible y sutil donde habitan nuestros pensamientos, como si ellos tuvieran el poder de materializarse por el mero hecho de aparecer en nuestra mente. Muchas de nuestras neurosis empiezan por este terror irracional a nosotros mismos, a lo que pensamos o sentimos, porque esa parte nuestra más civilizada o más social no puede soportarlos o aceptarlos.

Todo lo que sucede en nuestra mente es efímero, va y viene, esa es su naturaleza, y en toda la maraña que a lo largo del día pasa por nuestra cabeza, hay muchos pensamientos verdaderamente negativos, vergonzosos e incluso malvados. Ellos forman parte de nuestra psique, llena de todo lo que vemos, oímos, deseamos, odiamos, soñamos o imaginamos. Por eso, como si de un cajón de sastre se tratase, no deberíamos echar demasiada cuenta de todo lo que nos se cuela dentro, ni dejarnos llevar por ellos o analizarlos más de lo debido o dejar que participen en la imagen personal que tenemos de nosotros mismos. Y mucho menos creer que pueden hacernos o hacer daño. Todo lo contrario, esa espontaneidad nuestra nos viene hasta bien, porque asegura la creatividad. Después somos nosotros, -los verdaderos agentes filtradores de toda esa maraña-, los que debemos aprender a distinguir la simple basura mental de lo verdaderamente valioso.

1 comentario:

  1. ¡Vaya parrafada! Cómo se nota que has vueltocon las pilas cargadas. Como el año que viene, por lo que parece, no vas a tener que aguantarme, puedes abandonar la idea de matarme.

    Abur

    ResponderEliminar