"Se cuenta que una mujer estaba sentada a la entrada de una gran ciudad. Se le acercó un viajero y le preguntó:
-Dígame buena mujer… ¿Cómo es esta ciudad?
-¿Cómo es la ciudad de donde vienes? –le preguntó ella.
-No es demasiado interesante –respondió el viajero-.
Es una ciudad triste, con gente desagradable y muchos problemas. Por esto me marché y busco un lugar mejor.
-Lo siento mucho –dijo la mujer-. Esta ciudad donde entrará es idéntica a la suya.
-Dígame, buena señora … ¿Cómo es esta ciudad?
-¿Cómo es la ciudad de donde viene? –le preguntó la mujer.
-¡Ah…! Es una buena ciudad y muy interesante. Allí encontré buenos amigos y desarrollé grandes proyectos. Es una ciudad próspera y buena para vivir. Me fui para conocer lugares nuevos y así aprender.
-¡Está de enhorabuena, señor! –dijo la mujer-. ¡Esta ciudad es idéntica a la suya!
(Antiguo cuento oriental)
Vemos el mundo tal como nos vemos a nosotros mismos, somos espejos que percibimos la realidad a través del filtro de nuestros ojos. Despreciamos los aspectos negativos de otras personas porque en realidad habitan dentro de nosotros. Y amanos o proyectamos o inventamos aquellas maravillas que poseen los demás, pero que en verdad son las virtudes que más valoramos de nosotros mismos.
Así, tal y como nos sintamos, así sentiremos el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario