Vivo insatisfecha porque quisiera que el mundo fuese más razonable; vivo insatisfecha porque no puedo borrar del diccionario la palabra agresión; vivo insatisfecha porque me gustaría que todos comiéramos al menos una vez al día; vivo insatisfecha porque la injusticia forma parte del noticiero diario que escuchamos y del que no escuchamos; vivo insatisfecha porque cuando me paro a contemplar una montaña no puedo entender ni poseer tanta belleza; vivo insatisfecha porque me doy cuenta de mis propias limitaciones; vivo insatisfecha porque les exijo demasiada intensidad a mis pequeños placeres; vivo insatisfecha porque a veces me tengo que tragar palabras que querrían salir de la boca.
Pero después de haberme enfadado muchas veces con todas mis insatisfacciones, las recojo y las pongo a mi lado. Me miran, me sonríen burlonamente e intento sonreírles también. Entonces les voy presentando una a una a mis satisfacciones diarias, pequeñas pero importantes, y entiendo que todo va en el mismo lote. Y empiezo a no pedirle a la vida más de lo que puede darme.