sábado, 27 de febrero de 2010



Vivo insatisfecha porque quisiera que el mundo fuese más razonable; vivo insatisfecha porque no puedo borrar del diccionario la palabra agresión; vivo insatisfecha porque me gustaría que todos comiéramos al menos una vez al día; vivo insatisfecha porque la injusticia forma parte del noticiero diario que escuchamos y del que no escuchamos; vivo insatisfecha porque cuando me paro a contemplar una montaña no puedo entender ni poseer tanta belleza; vivo insatisfecha porque me doy cuenta de mis propias limitaciones;
vivo insatisfecha porque les exijo demasiada intensidad a mis pequeños placeres; vivo insatisfecha porque a veces me tengo que tragar palabras que querrían salir de la boca.

Pero después de haberme enfadado muchas veces con todas mis insatisfacciones, las recojo y las pongo a mi lado. Me miran, me sonríen burlonamente e intento sonreírles también. Entonces les voy presentando una a una a mis satisfacciones diarias, pequeñas pero importantes, y entiendo que todo va en el mismo lote. Y empiezo a no pedirle a la vida más de lo que puede darme.


martes, 23 de febrero de 2010



(...)
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme,
dejaré de quererte poco a poco.

Si de pronto
me olvidas,
no me busques,
que ya te habré olvidado.
(...)

Si tú me olvidas
Pablo Neruda
(www.neruda.uchile.cl/obra/obraversosdelcapitan5.html)

¿Para qué entregar tanto a alguien que no quiere dar nada?, ¿para qué gastar palabras de amor a quien no las devuelve?, ¿para qué seguir llamando a la puerta de alguien que no quiere abrirla?, ¿para qué negarse a olvidar a quien ya nos ha olvidado?


sábado, 20 de febrero de 2010



El sannyasi había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto llegó corriendo hasta él un habitante de la aldea y le dijo:


-¡La piedra! ¡Dame la piedra preciosa!


-¿Qué piedra? -preguntó el sannyasi.

-La otra noche se me apareció en sueños el Señor Shiva -dijo el aldeano-, y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras de la aldea, encontraría a un sannyasi que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre.


El sannyasi rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra.

-Probablemente se refería a ésta -dijo mientras entregaba la piedra al aldeano-. La encontré en un sendero del bosque hace unos seis días. Por supuesto que puedes quedarte con ella.


El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante! Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano de un hombre. Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche dando vueltas en la cama, totalmente incapaz de dormir.
Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al sannyasi y le dijo:

-Dame la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante.


La vida viene a cuento
Jaume Soler
Mª Merce Conangla

martes, 16 de febrero de 2010



Creo que no hay que darle demasiada importancia a los espejos. No más de la que tienen. Y no solo eso, sino que a veces son los mayores mentirosos del mundo, porque nos devuelven una imagen distorsionada de nosotros mismos, deformada por nuestra propia visión.

Ningún espejo puede reflejar tu verdadera imagen, ni quién eres, ni tu esencia, ni tu forma natural de sonreír, ni lo que has aprendido o lo que has construido de ti mismo hasta ahora.
Por eso es mejor que te mires en el espejo de unos ojos que no te evalúen, clasifiquen o interpreten, sino que te conozcan y te amen a ti, más allá de cualquier defecto o virtud.

Y cuando te besen, espero que elijas unos labios que recorran tu cuerpo completo más allá de la piel, con todas tus maravillosas imperfecciones.


sábado, 13 de febrero de 2010



Cuando sientes a alguien muy lejos, es inútil que esté cerca. Cuando sientes a alguien muy cerca, casi no importa que esté lejos.

martes, 2 de febrero de 2010



No hay nada especial en esto. Ir a un parque con una amiga, sentarse con ella en un banco un día cualquiera, mirar el río, el sol en la cara, charlar un rato, sentir que le importas a alguien, que alguien te importa, que te interesa la conversación, que tienes unas horas de sencillo placer.

No hay nada especial en esto.

Sin embargo, ojalá todos los días fuesen tan insignificantes como ese.